Y los últimos comentarios del libro (ya véis que da para mucho).
«En el ejército nadie opina y unos cuantos deciden, en las ONG todos opinan y nadie decide«. Con esta frase se puede resumir la visión que Raich transmite de la confrontación entre los humanitarios y los militares.
Sí es cierto que en acciones de emergencia o de ayuda humanitaria parece que incluso las ONG adquieren una estructura más «vertical», posiblemente más eficiente para este tipo de actuaciones. Pero cuando las acciones se centran más en largo plazo y desarrollo la estructura se va haciendo más horizontal, aunque aquí hay una gran variedad según la ONG de que se trate. Aun así no creo que en las ONG nadie decida (aunque desgraciadamente tampoco todos opinan), por lo menos en las que se dedican más a desarrollo, que son las que conozco algo… De hecho, en terreno, no deberían ser las ONG internacionales quienes decidieran.
El episodio del avión humanitario medio vacío cargado sólo con…, bueno, mejor no lo cuento. Buf, cuanto despilfarro y postureo! Aun así, el despilfarro y postureo en obras que no se sabe ni para que sirven y cambian 2 ó 3 veces de uso durante la fase de construcción, con el encarecimiento correspondiente, es infinitamente mayor en España que en las misiones de ayuda humanitaria y de cooperación al desarrollo, tanto en términos absolutos como en términos de % de fondos utilizados y eficiencia (si es que en desarrollo podemos medir realmente la eficiencia, pero eso es otra historia). Pero eso no es tan mediático y tampoco interesa demasiado que se sepa…
Otro tema peliagudo, la competencia entre ONG en terreno, que según cuenta Raich a veces es surrealista, viendo quien encuentra antes el cólera en los excrementos de la población para poder tener más tiempo en los telediarios… Pues seguro que se han dado casos y se seguirán dando, aunque yo no tengo experiencia en emergencias. En desarrollo esto no es tan habitual, más bien se dan casos de indiferencia o pasotismo, y todos los intentos de coordinación real suelen quedarse en reuniones o palabras bonitas (aunque cada vez hay más excepciones, afortunadamente).
Para la página 271, una terrible (y certera) reflexión: «no todos los muertos son iguales» y posteriormente alerta de la gran concentración de medios de comunicación en unas pocas agencias de noticias.
La página 280 es una genial descripción de como los grandes medios de comunicación (des)informan sobre las «crisis humanitarias» quitándoles a los conflictos sociales y políticos sus contextos y causas profundas para simplemente «dar pena»… (vamos, lo de los negritos llenos de moscas pero bien explicado).
En la página 281 habla de la nueva generación de ONG que entre otros valores tienen el ser apolíticas… No creo que sean apolíticas, ninguna ONG puede ser apolítica (ni siquiera siendo neutral se es apolítico). Quizás apartidistas…
En la página 283 afronta un nuevo caballo de batalla, el de asegurar que, como cualquier otra empresa, las ONG tienen como finalidad última «asegurar su propia supervivencia». Y las mete a todas en el mismo saco, sean buenas, malas, chapuceras o serias (que hay de todo, igual que hay empresas de todo tipo, personas de todo tipo e incluso administraciones públicas de todo tipo, que no me sirve eso de que «administración pública no hay más que una»). Yo creo que, como herramientas que son (las empresas dentro del sector lucrativo para ganar dinero y las del tercer sector para una multiplicidad de objetivos mucho mayor, y si no me creeis observad como desaparecen empresas absorbidas por otras o se venden justo cuando más dinero valen aunque el comprador las vaya a desmontar porque lo que quiere es librarse de la competencia), las ONGD o las ONG humanitarias que son serias y no chapuceras tienen como finalidad última la que en su misión hayan definido (y si en esa definición ha participado su base social y no es una idea feliz de unos cuantos, para mí aun más transformadora será). Y si en su día a día las ONG no tienen presente esa misión entonces no son serias, son chapuceras y oportunistas. Así que yo no metería a las ONG serias en ese saco, que ya bastante mal hace la opinión pública y los grandes medios al sector «solidario» con esas generalizaciones como para que también gente con tanta experiencia como Jordi Raich contribuya a perpetuar esa mala imagen. Muy distinto es que si uno no ha acabado un trabajo, deba cuidar y mantener a punto la herramienta que está empleando para hacer ese trabajo, pero el hecho de hacer esto con una perspectiva no finalista cambia (o debería cambiar) muchas prácticas y elementos en las estrategias de las ONG.
La página 307 debería estar enmarcada en todas las oficinas de las ONG de desarrollo. «Por encima de la exigencia de atender a los desdichados está el imperativo de denunciar los abusos y violaciones, de testimoniar sobre las vedaderas causa de la violencia y la miseria. Muchas ONG todavía se echan para atrás a la hora de revelar las injusticias por miedo a perder financiación y poner en peligro la continuidad de los proyectos o a sus empleados». O «eliminar el mal es más humanitario que hacer el bien«, y muchas más. Genial alegato hacia la búsqueda y denuncia de las causas profundas de la desigualdad.
En fin, un libro de contrastes, muy enriquecedor, donde hay mucho para el debate, pero su mayor virtud es que se atreve a sacar esos debates de los que no se quiere hablar en el sector, y reflexiones que le vienen a uno cuando ha visto lo que el autor ha visto, como la de «Yo llevaba media vida cruzando fronteras por placer y aquellos miles de desgraciados llevaban otra media haciéndolo contra su voluntad. Habí algo de injusto en ello«. Pues sí, eso es desigualdad…
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Otros enlaces relacionados:
El espejismo humanitario, 1
El espejismo humanitario, 2