>Aprovechando su reciente cumpleaños, me gustaría simplemente mencionar algunos pasajes de este libro de Marcos Ana que me impactaron especialmente, y me afianzaron en muchas de las ideas que ya tenía sobre la vida… (en cursiva)
[…quisieron arrasar la Cultura, porque esta formaba parte de sus enemigos. Conocida es la anécdota de Salamanca, el enfrentamiento entre Unamuno y el general Millán Astray, cuando este gritó: ¡Abajo la Cultura!¡Viva la Muerte!
La Cultura es una eterna alborada siempre renaciente e invencible.]
Millán Astray aun tiene calles dedicadas en España…
[Se puede temblar sin doblar la frente]
[El Ché se me acercó, me saludó con la cordialidad de siempre y al verme un poco confuso me dijo:
– Mira Marcos, yo sé que esto no tiene importancia pero hay que crear una escuela de sencillez y ser un ejemplo para los demás. Los revolucionarios tenemos que ser honestos y austeros, de una austeridad ejemplar, sobre todo cuando estamos en el poder.]
¿No podemos ser todos un poco revolucionarios?
[Antiguamente los seres humanos y los pueblos vivían lejos los unos de los otros y era fácil vivir de espaldas a los problemas de los demás. «Eso está muy lejos de mi cama» decía un viejo refrán […] Hoy nadie puede sentirse seguro en su pequeña libertad si considera ajena la esclavitud de los otros. Aunque sea por instinto de conservación, en el mundo de hoy, el ser humano debe ser solidario, tiene que implicarse para defender la paz, la libertad y la seguridad de los suyos. Una guerra en cualquier rincón del planeta puede terminar incendiando nuestra casa. Pero una voz no basta, hay que unirla a la voz de los demás y globalizar la acción para defender nuestras vidas.]
No todos tienen por qué tener interiorizados valores altruistas y solidarios «per se». Se trata de un «egoismo generoso»: simplemente el que si todos tienen libertad, nosotros tendremos libertad.
Y la última mención, para mí la más especial, aunque no lo reproduciré aquí, es para el que considero el episodio más triste de todo el libro. Es curioso que a pesar de todo el drama y sufrimiento de los presos, condenados a muerte (el propio Marcos Ana dos veces), privados de sus familias y humillados, que Marcos relata de un modo optimista y hasta jovial, el episodio que me hizo ser más consciente de la tragedia de la represión oscura y sin sentido, es el de una madre, Ana Faucha, que busca y espera a su hijo encarcelado…