Hay un artículo en el diario El Salto, firmado por personas de Ecologistas en Acción y su entorno, que ilustra muy bien la división en el activismo por una transición energética justa. Y es que la justicia no todo el mundo la entiende igual.
Esa división a la que me refiero se da entre quienes defienden trasponer a la transición energética los postulados más «socialistas» vs los más «anarquistas», que se posicionan poniendo en el centro más a las comunidades locales en vez de a «la sociedad». Este párrafo es muy revelador en ese sentido:
» la soberanía energética es patrimonio de todos, no significa autarquía, un beneficio exclusivo para comunidades locales, porque es racional que territorios excedentarios en recursos energéticos “cedan” parte de esa energía (y el territorio en el que se produce) a otros menos favorecidos por la naturaleza, pero sin intercambios sobredimensionados y especulativos«.
El problema es qué grado de credibilidad/protagonismo se les quiere dar a las comunidades más afectadas. ¿Por qué deberían las regiones periféricas y sus moradoras seguir cediendo derechos a esas zonas más pobladas?
Mi opinión está totalmente sesgada, claro, porque estoy en Galicia, que es la periferia de la periferia, y encima en Galicia están la mitad de las «comunidades locales»/aldeas de toda España (unas 30.000 de las 60.000 que hay en España), con lo cual es fácil que cualquier proyecto de estos vaya a afectar a una o más de estas comunidades. Por lo que hemos ido viendo con las propuestas de plataformas vecinales, el problema es que no se les involucra y las compensaciones en ocasiones son ridículas. Esto, unido al ninguneo en la participación ciudadana y la infantilización de la sociedad civil (en mi opinión todavía heredadas del franquismo), hacen que en muchos casos la oposición ya sea frontal.
En el artículo hacen un buen paralelismo con el tema de las autovías, que tienen que expropiar y compensar a quien se les expropia. A veces se les compensa bien y con información suficiente. Otras la gente no queda nada conforme. En general, no se puede contentar a todo el mundo y son equilibrios complejos, pero aquí ha habido demasiados casos de abuso, y la gente se va cansando de ser siempre quienes tienen que «sacrificarse» (por eso se habla de zonas de sacrificio).
El problema entonces no es tanto la oposición a las tecnologías en sí (por eso dicen Eólicas Sí), sino que estamos viendo que las formas empresariales son las mismas, es un extractivismo más (por eso dicen también Pero No Así). Muchas personas no queremos que las renovables entren así, porque efectivamente a nivel tecnológico son una oportunidad de democratizar la energía (por su producción distribuida y otras características, que también comentan en el artículo). Por ahí es por donde estamos tratando de tirar.
Desde el punto de vista de la estrategia del activismo por la transición energética justa, la cuestión es si se dedica más esfuerzo a comunicar la necesidad de impulsar la tecnología de renovables en sí (con datos de producción, eficiencia, demanda o el poco tiempo que queda para transicionar) o nos centramos más en el modelo de gobernanza que tiene que regirlo (asumiendo que esa nueva tecnología hay que adoptarla, pero no a cualquier precio). Yo hace tiempo que estoy con la idea de que, como en el resto de problemas que debe afrontar la humanidad, si la transición no es justa para todas, entonces no lo es para ninguna. Por eso si tengo que priorizar, prefiero priorizar la construcción de alternativas en el tema de gobernanza y de comunidades locales, y también su defensa.
Si existe información y una planificación energética adecuada y participativa, los conflictos con comunidades locales se podrían minimizar muchísimo. Las empresas electrointensivas y las personas que viven en territorios con más densidad de población o con menos recursos de renovables, van a tener que buscar mecanismos para compensar (aquí las administraciones públicas deberían tener mucho que decir, lo mismo que en priorizar y facilitar las soluciones de gobernanza más endógenas, que generen riqueza distribuída y democratice los procesos, como las comunidades energéticas, o las menos impactantes ambientalmente, como reducción importante del consumo o «tejados first» para emplear menos suelo). Creo que no vale la excusa de la prisa por avanzar en la transición energética «dura» (la que implica colocar más y más cacharros), para que haya cuatro que se aprovechen también de la transición energética (como ha pasado con la revolución digital o, antes, con la revolución verde). Por eso en esa disyuntiva, estoy más escorado hacia la defensa de las de comunidades locales…