Últimamente vuelve a hablarse de modelo urbanístico, aunque solo sea por culpa de la contaminación de Madrid y las medidas-parche que se están viendo obligadas a implementar. Hay críticas desde todos los lados (me llamó la atención la de quienes que defienden mayor liberalización en el modelo urbanístico) pero, parece claro que hay cierta tendencia, por lo menos en Europa, a ir restringiendo la presencia de vehículos privados en el centro de la ciudad.
Se ha escrito mucho sobre esa moda que empezó en «los países desarrollados» de construir ciudades para los vehículos, iniciada ya antes de los años sesenta del siglo XX. Sobre el problema de modelo urbanístico de las ciudades y los valores que refleja de la sociedad que vive en ellas, Arturo Soria y Puig escribió hace más de 15 años un esclarecedor artículo, del que me quedo con la genial metáfora de las reservas de nativos norteamericanos:
En los años sesenta se consideró de pronto que la única con-
tinuidad importante era la del tráfico rodado. Es más, se lle-
gó a pensar que el movimiento peatonal era discontinuo y se
inventaron las zonas peatonales, que son a los viandantes, lo
que las reservas norteamericanas para los indios: dentro, que
hagan lo que quieran, pero que no se les ocurra salir a re-
clamar lo que antes fue suyo. Además, existiendo el coche, ¿a
quién se le ocurre andar, como no sea para ir del estaciona-
miento al destino del viaje? Y para tan cortas andanzas, ¿qué
falta hace una red peatonal?
Eso sí, la pérdida de espacio público para las personas es algo generalizado, y no solo en favor del vehículo privado. Tiene que ver con un modelo que promueve la creciente especialización de la sociedad, y que acaba por convertir la vida (y el hábitat) en una suerte de cadena de montaje donde prima la eficiencia y la productividad (material). En libros como el imprescindible La Ciudad de los Niños (de Francesco Tonucci) se reflexiona más profundamente sobre esto con una perspectiva de bienestar y autonomía de niños y niñas, lo que le da un doble interés (al menos para mí).
Por eso, en lo que a cada persona respecta y como propuesta de año nuevo, me gustaría acabar proponiendo cousiñas para contribuir a una Ciudad de Peatones Felices:
- Tratar de dejar el coche en casa en los desplazamientos en la ciudad (si se tarda un poco más no pasa nada, y hasta es muy probable que en realidad no se tarde más si se usa transporte público, bicicleta o el famoso coche de San Fernando…).
- Presionar a las autoridades para que vayan implementando políticas de promoción de los desplazamientos limpios y la recuperación del espacio público, dentro de un modelo de ciudad para las personas.
Luego hay otras iniciativas más tipo «callejero-streetfighter» (que decía Calle 13) de llevar pegatinas o panfletos contra las ocupaciones de espacios públicos (para coches mal aparcados, zonas urbanas no pensadas para peatones, etc.):
- Más «cañeras»
- Apelando a la ciudadanía desde la infancia, como las multas infantiles propuestas en La Ciudad de los Niños
- Más positivista, con dibujos de personas ocupando espacios públicos (paseando, jugando…). Un ejemplo que propongo es la imagen de F. Tonucci (con texto adaptado) de niños y niñas jugando en la calle de la portada del libro La Ciudad de los Niños.