>Tras dormir en un hostalcito al lado mismo de la plaza del Ayuntamiento, salimos hacia Guimaraes (esta vez ya tocó autopista de pago, lo más habitual en Portugal). Es una ciudad pequeña, con una zona vieja bien conservada por la que da gusto pasear, y donde se respira «inicio de la historia de Portugal» por todas partes. Parece que te vas a encontrar de un momento a otro a D. Afonso Henríques paseando por los jardines que rodean al Castillo y al Pazo de los duques de Bragança. Y no os perdais la subida en funicular a la capilla que domina toda la ciudad (parece muy típico que durante el siglo XX se hicieran muchos lugares de estos en sitios altos, que se han convertido en grandes atractivos turísticos, seguro que la fiebre de Fátima tuvo algo que ver…).
Una ruta de lo más recomendable para cualquier puente (y nada de madrugar y estresarse para ver cosas, todo está cerca, y los lugares invitan a tomarse el viaje y la estancia con calma).