La renta básica sigue pareciéndome un sistema atractivo, pero es un concepto todavía en permanente construcción y creo que cada persona que la defiende la entiende con unos matices distintos. Uno de ellos es la parte “comunitaria” de la renta básica que proponen en este artículo en Altermundo (que en vez de entregarse en mano iría a un fondo donde colectivamente se decidiera su uso). Yo creo que tiene que ser solamente una renta personal y que cada uno la gaste como quiera (si quiere hacer cooperativas o grupos de trabajo, o asociaciones, que las haga). Para la “solidaridad obligatoria” ya seguiría estando el estado (los impuestos se seguirían cobrando y deberían seguir sirviendo para asegurar el acceso a servicios básicos, de hecho de esos impuestos a la producción de empresas y personas se podría articular la renta básica, ojalá que en especial de empresas de economía social y PYMES, pero eso es otra historia).
La libertad y derecho a elegir es una de las virtudes más “humanas” que conozco. Esto es algo que teóricamente defienden (y de lo que se quieren apropiar) los que se hacen llamar liberales. La diferencia más grande con ellos que tengo es el hecho de que creo que para que haya una libertad real hay que partir de una igualdad de oportunidades que no existe (y que por las dinámicas del mundo mundial tiende a diluirse, transformarse, concentrarse en determinados lugares, entidades o grupos sociales, con el consiguiente grado de sufrimiento para las personas más vulnerables que quedan fuera de esos “islotes de bienestar”). Por eso creo que el Estado “solidario” debe ser el mecanismo corrector para asegurar, si no ya una igualdad completa, sí un acceso mínimo a los servicios básicos y derechos humanos consensuados para una vida digna. Y eso el mercado no está en condiciones de darlo, por lo menos sin dejar fuera a muchas personas que, incluso aunque no generado “a sabiendas” (que a veces sí), sí es un efecto de darwinismo social que genera, por mucho que los liberales nieguen su darwinismo social como en la historieta de Carlos Rodríguez Braun en la revista Actualidad Económica número 2737.