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OSTROM, UNA AGRADABLE SORPRESA

17 octubre, 2009 by sergio

El artículo en Diario Abierto sobre la sorprendente premio Nobel de Economía 2009 y su relación con los movimientos sociales…

Actualización 29-08-2011: como lo han acabado eliminando del servidor, lo dejo aquí:

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La concesión del Nobel de economía a Elinor Ostrom, una economista no ortodoxa, es una gran noticia por varias razones. Una para la propia ciencia económica, tan denostada últimamente, acusada de profetizar erróneamente y luego tratar de explicar por qué había fallado lo profetizado, y que ni siquiera cuenta con un premio Nobel realmente respaldado por el propio Alfred Nobel. El jurado viene a demostrar así la permeabilidad de una ciencia a aportaciones de otras disciplinas, en este caso de la política y la sociología, y como ello puede llevar a descubrimientos realmente importantes para explicar la organización de las sociedades humanas. La segunda razón, por ser la primera mujer que lo recibe, seguramente para asombro de muchos de sus compañeros de disciplina, que no tomaban en serio a esta “pseudo-economista”. Una tercera, y para mí la más importante, es el reconocimiento a la investigación de la doctora Ostrom en un ámbito muy incomprendido, cuando no abiertamente perseguido en un principio, como es la gestión de los bienes comunes.

Las publicaciones más conocidas de de Ostrom llegaron a principios de los 90, y son fruto de investigaciones en parte causadas por los más de 20 años de aplicación en política de un famoso artículo de Garrett Hardin llamado “la tragedia de los comunes”, de 1968. En un ejercicio de paralelismos más o menos afortunados, en ese artículo se asimilaba la gestión de los bienes comunales (o “commons” en inglés) con los bienes públicos (del estado), “demostrando” además la imposibilidad de una gestión adecuada de los mismos. Ostrom sin embargo fue capaz de crear un cuerpo de conocimiento en torno al concepto de “commons” que desmontó por completo las tesis de Hardin (haciendo incluso que el propio Hardin publicara a finales de los 90 una matización a su famoso artículo).

Aun así, parte del daño estaba hecho, ya que muchos políticos presumiblemente liberales a lo largo y ancho del mundo tuvieron su excusa pseudocientífica para justificar la privatización de bienes públicos, y el reparto de los bienes comunes o comunales entre particulares siguiendo los más variopintos criterios, ya que sólo lo privado particular era eficiente en la gestión. Pero Ostrom y otros que siguieron su línea de investigación definieron muy bien las diferencias entre estos tipos de bienes en base a dos propiedades. Además se empezaron a preguntar ¿qué pasa con la autogestión de las comunidades o de los grupos humanos, sin interferencias de “lo público” ni “lo privado particular”?¿No funciona la gestión privada colectiva, o la gestión comunal?¿Bajo qué condiciones funcionaría?

Se distinguieron dos propiedades de los recursos, la sustractabilidad y la dificultad de exclusión, en base a las cuales se trató de sistematizar las diferencias entre los distintos tipos de bienes. Las unidades de los recursos son susceptibles de ser apropiadas por distintos usuarios en un determinado periodo, pero su disponibilidad puede ser limitada. De esta forma, cuando un usuario se apropia de un determinado número de unidades, dejan de estar disponibles para otros usuarios potenciales. Esto se conoce como sustractabilidad. El artículo de sobre la tragedia de los bienes comunes destaca los riesgos del sistema de libre acceso, pero no especifica con claridad que el problema no residía en el uso compartido o colectivo, sino en el acceso sin restricciones.

La dificultad de exclusión es otra de las características de los bienes comunes. El nivel de exclusión es resultado tanto de las características físicas del recurso, como de la tecnología disponible y de las condiciones sociales presentes en un contexto determinado, ya que aún cuando sea posible restringir físicamente el acceso a un bien determinado, es necesario contar con las condiciones sociales y legales que permitan hacerlo.

Según las mencionadas propiedades de sustractabilidad y exclusión, es posible distinguir cuatro categorías generales de gestión más adecuada para bienes o recursos: bienes públicos, con baja sustractabilidad y gran dificultad de exclusión (como pueden ser el aire para respirar, la protección que los árboles generan contra el viento o contra la erosión del agua, la seguridad y el alumbrado públicos); bienes comunes, con alta sustractabilidad y exclusión difícil (como la pesca en aguas internacionales, recogida de setas, el agua de riego en algunas zonas); bienes instrumentales o “de club”, con baja sustractabilidad y exclusión fácil (como son los parques naturales cuya entrada debe pagarse o la membresía a sociedades profesionales); y bienes privados, con alta sustractabilidad y baja dificultad de exclusión (como leña o madera cortada y almacenada, las parcelas agrícolas, las viviendas, los productos forestales medicinales, etc.) Estas categorías deben entenderse como tipos ideales, relacionados a manera de un continuo, ya que la mayoría de los bienes no caen por completo en uno u otro tipo.

Además, Ostrom y otros que siguieron su línea de investigación fueron distinguiendo a base de estudios en todo el mundo ciertas condiciones que la gestión de bienes comunales o comunes debe cumplir para ser efectiva:

Los beneficiarios necesitan tener derechos, o al menos no tener interferencias, para organizarse.

Los límites del recurso deben estar claros.

Los criterios para ser beneficiario deben estar también claros.

Los beneficiarios deben tener el derecho a modificar las reglas de uso a lo largo del tiempo para adaptarse a los cambios sociales.

Las reglas de uso deben estar adaptadas a lo que el sistema puede tolerar, con una cierta tendencia a la conservación para que haya margen de error.

Las reglas de uso deberían ser claras y totalmente aplicables.

Las infracciones deberían ser penalizadas sin excepciones.

Sería conveniente articular métodos rápidos y baratos para resolver los conflictos (el Tribunal de las Aguas en Valencia, es un ejemplo que ha pervivido hasta hoy y que reúne las características de ser rápido, aceptado por la comunidad, económico y oral).

Los derechos de uso de los copropietarios deben estar distribuidos de forma que se considere justa por la comunidad según la inversión realizada en el recurso comunal. Lo ideal sería que los derechos (y los deberes) fueran igualitarios para dar lugar a una participación también igualitaria en la toma de decisiones.

Todo esto, y las líneas de investigación que a partir de aquí se abrieron integrando los aportes de otras muchas disciplinas (incluyendo la teoría de juegos con el famoso “dilema del prisionero”), son aportes excepcionales para el análisis y estudio formas seculares de gestión de muchos bienes (la pesca, el marisqueo, las comunidades de regantes como las reguladas por el antiquísimo Tribunal de las Aguas en Valencia, o los Montes Vecinales en Mano Común de Galicia, Asturias o León, por decir ejemplos cercanos), y otros mucho más modernos como la comunidad de desarrolladores de software libre de GNU-Linux, que han funcionado y pueden seguir haciéndolo, seguramente mucho mejor (o al menos no peor) que bajo gestión pública o privada.

Este modelo de gestión es la base de muchas corrientes del anarquismo (por definición “ausencia de poder público”, pero no caos ni nada parecido) y, por supuesto, de muchísimos movimientos sociales (entre ellos, claro está, muchas ONG, de ahí viene el concepto de “no gubernamentales”, de esa independencia de gestión, y no tanto de la independencia total de las subvenciones públicas como se acostumbra a decir). Estos movimiento sociales le deben mucho a esta nueva “ciencia de los comunes” a la hora de analizar su funcionamiento y darle una base científica, dado que los primeros movimientos de este tipo fueron los vecinales o comunitarios por razones de objetivos comunes y cercanía geográfica de los miembros de esas comunidades o pueblos que no eran cubiertos por los poderes públicos ni por empresas privadas (un ejemplo claro, las juntas de agua vecinales de muchísimos pueblos de España). Con el desarrollo de las vías de comunicación y aun más de las telecomunicaciones, han surgido otros cada vez más globales, pero con funcionamiento similar.

En resumen, no hay duda de que Ostrom ha contribuido a no volver dogma de fe el viejo dicho gallego “cousas do común, cousas de ningún».


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