Un artículo que me publicaron en Diario Abierto y que podéis leer aquí.
Actualización 7-12-2011. Como ya lo han retirado del servidor, lo pongo a continuación.
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El reciente “tijeretazo” al gasto público promovido desde el ejecutivo ha generado bastante controversia social. Quizás el recorte del que menos se ha hablado es el de los 600 millones a la ayuda al desarrollo (AOD), que es una parte del presupuesto de Administraciones Públicas que se dedica a la lucha contra la pobreza en terceros países, con especial atención en educación básica, la salud y la lucha contra el hambre. En muchos medios de comunicación se ha tomado como una reacción natural y hasta deseable: con la que está cayendo, dejemos de “desfacer entuertos” fuera de casa y dediquémonos a “desfacerlos” en la nuestra. Se ha pretendido incluso vender este hecho como algo aceptado por la gran mayoría de la opinión pública (lo cual no es ni mucho menos así, ya que por ejemplo según el Eurobarómetro de 2009, 9 de cada 10 europeos y europeas se muestran favorables a aumentar la Ayuda Oficial al Desarrollo.
Tampoco se ha hablado demasiado de la reforma de la ley de Fondos de Ayuda al Desarrollo (FAD) y Fondos de Internacionalización de Empresas (FIEM). En esta reforma, que ahora parece que ha sido objeto de reformas en el Senado en la versión que vino en primera instancia desde el Congreso y está pendiente de aprobarse de nuevo en el Congreso, seguía queriéndose contabilizar como AOD los préstamos a terceros países para que realicen proyectos de desarrollo, con la condición de que los ejecutores de los mismos sean empresas españolas. Se trata de la llamada “ayuda ligada”. Estos préstamos son una de las causas de la generación de la “deuda externa” en los países menos adelantados (PMA), al concederse sin ningún tipo de control a países con poca capacidad de devolución, y con muy poca transparencia en la garantía de respeto a los derechos humanos de la población donde se llevaban a cabo los proyectos (transparencia que tampoco garantiza esta nueva propuesta de reforma).
Además, la AOD ha tenido tradicionalmente efectos perniciosos en el desarrollo de países receptores al ser concedida según intereses políticos y geoestratégicos en vez de con una lógica de facilitar procesos de definición y búsqueda del propio desarrollo. Es muy común el caso de que al final los países receptores de AOD tengan que pagar en intereses más de lo que recibieron como ayuda.
Todo esto ha hecho de la AOD una herramienta más de dominación y control desde los países de la OCDE, que ni la firma en España del Pacto contra la Pobreza, ni otros acuerdos internacionales (como la Declaración de París sobre la eficacia de la ayuda, o los Objetivos de Desarrollo del Milenio), ha contribuido a cambiar. Muchas voces autorizadas, como HEGOA, uno de los institutos de investigación para el desarrollo más importantes de España, consideran este modelo de AOD totalmente ineficaz e incluso contraproducente, dado su carácter de voluntariedad, volatilidad, inestabilidad y uso irresponsable como herramienta de promoción internacional de los países y/o instituciones donantes. O sea, que así no se consigue el desarrollo de los pueblos, sea lo que fuere ese concepto, y perpetuamos el modelo cristales de colores a cambio de plata.
En realidad el problema es que en la concepción del modelo de AOD se enfrentan dos posturas bastante antagónicas: la que ha dominado hasta ahora en la mayoría de los países donantes (entre ellos por supuesto España) es la de quienes consideran la AOD simplemente una expresión de solidaridad con los pueblos más desfavorecidos (heredero de una ideología de caridad superficial, o bien de una voluntariedad solidaria de tinte liberal, contaminada además con el afán globalizador de las empresas nacionales), frente a la de quienes consideran a la AOD como una herramienta real para construir un mundo donde cada persona tenga similares oportunidades de desarrollo sin depender del lugar donde haya nacido o de su sexo, religión o etnia a la que pertenezca, y consideran además que la culpa de que actualmente esto no sea así es en su mayor parte de los países donantes (y por supuesto no van a tratar de aprovechar el concepto de AOD para aumentar aun más la dependencia y la brecha ya existente). Por decirlo de forma simplista, quienes reconocen que existe una “deuda histórico-ambiental” Norte-Sur y los que no.
La AOD debería tener un sentido real de desarrollo, o sino llamarle de otra manera. En cualquier caso, se trata de una herramienta que puede lograr resultados palpables, cerrar una brecha que moralmente y, si me permiten, “egoístamente” (por los avances en equilibrios sociales y políticos a nivel mundial que se lograrían siguiendo la máxima “si todos viven bien, yo también” en vez de “para vivir yo bien el resto tiene que vivir mal”), es necesario cerrar. Y aun así el gobierno quiere recortar 600 millones de los ya de por si miserables 5000 millones que aportaba en AOD (o más bien que tenía previsto aportar…). ¿Saben cuanto dinero “nos gastamos” sólo en los carteles que se pueden ver en las obras del Plan E?
[…] de políticas de desenvolvemento” ou, no peor dos casos, que a AOD se converta nos “cristais de cores da idade contemporánea”, no edulcorante da pastilla amarga ou, como moito, no vehículo para poñer parches de alivio […]