>Séptimo día. Hasta hoy, la lluvia prácticamente sólo había hecho acto de presencia por las noches (cuando la tienda de campaña nos protegía). Pero al llegar a Concarneau llovía tanto que ni apetecía salir del coche… Cuando nos decidimos, mereció la pena, porque fue para entrar en la zona fortificada de la ciudad, llena de rincones curiosos (como la puerta donde sacaban a los presos a la barca para llevárselos, o la travesía marítima más pequeña del mundo, desde la ciudad fortificada a una parte del puerto), y también las inevitables tiendas de recuerdos.
El mediodía y la tarde las pasamos en Lorient, muy conocida por el Festival Intercéltico que “casualmente” había empezado el día anterior. Este año (y esto sí fue verdadera casualidad), estaba dedicado a Galicia. Las actuaciones son caras (y al ser los platos fuertes artistas gallegos ya los habíamos visto casi todos), pero lo que más me gustó es el ambientillo en la zona del festival, con puestos de infinidad de cosas que tengan que ver (aunque sea de lejos), con la cultura y el mundillo más o menos mercantilizado sobre temática celta. Trisqueles por doquier, gaiteiros y grupos espontáneos aquí y allá. Simplemente pasear por la zona del festival era un placer, viendo las carpas de los distintos países celtas (la de Galicia era el más grande, promoviendo el Xacobeo 2010 y los productos de Galicia Calidade, todo lo que sea ayudar a superar la crisis en la región que más va a tardar en superarla del país de la OCDE que más va a tardar en superarla, bienvenido sea…). Decidimos coleccionar folletos de los distintos idiomas propios de los países celtas, todos en peligro de desaparición víctimas de la uniformización cultural a la que fueron sometidos por los descendientes de francos, sajones y visigodos respectivamente. El gallego debe ser el que goza de mayor salud, con eso os lo digo todo…
Ya anocheciendo llegamos a Vannes, una preciosa ciudad (de día y de noche) en cuyo camping municipal decidimos quedarnos un par de noches para poder disfrutar de los alrededores tranquilamente al día siguiente.
Y llegó nuestro octavo y último día en Bretaña. Desde Vannes es obligatoria la visita a Carnac, y ver en directo las alineaciones de menhires que estudiábamos en el cole y poder entrar en un cairn bien conservado por un euro (aunque el entorno está bien, queda algo desdibujado por una enorme depósito de agua elevado que hay cerca).